Canto a Córdoba, a Córdoba, la llana Romance de Julián Sánchez Prieto, el pastor poeta Y melodía del maestro Pepe Marchena
Es morena y cordobesa Tiene aires de sultana y corazón de princesa En Córdoba la encontré cuando en la feria de mayo Las 30 mulas compré
Comentando la corrida en la que Antonio Cañero Sacando su jaca heri'a, puso el rejón más certero Que había puesto en la vía
Estábamos Paco Gil, Pedro, el de Puente Genil Y el niño sabio de Lora En la puerta el Mercantil tomando una de Pastora
Qué trajín, qué algarabía con el Bullir que no cesa en la que contribuía La gracia y soberanía de la mujer De la mujer cordobesa, ah
No se pueden figurar el que aquello lo conoce Cuando fuimos a comprar la yegua En el rumor de las voces de la calle Gondomar Como remero de hormigas, las mujeres paseaban
Y en el pecho todas llevaban flores en lugar de espigas Entre mujeres y flores, ay, pasaban los domadores Por delante de nosotros, luciendo sobre los potros Los atalajes mejores
¡Vaya coches!, ¡vaya troncos! Donde los caballos broncos mostraban todo su brío Iban los cocheros roncos de tanto hablarle De tanto hablarle al gentío
Entre aquella animación Un grito de admiración alarmó a la gente seria Cuando por La Concepción se vio subir de la feria
El cuerpo más soberano Más gallardo, más serrano Que vieron del sol la luz sobre un potro jerezano Y del mejor hierro andaluz
Vaya mujer con hechuras, luciendo el traje campero Al sonar las herraduras del caballo postinero Pues, ya ves, si llevaría el potro con gallardía Que hasta el propio Cañero tiró a su paso el sombrero Diciéndole una alegría
La mezcla de gitana-reina, llegó Entre palmas y olés, espuelas de oro en los pies Y por corona y por peinado un sombrero cordobés
Al paso del alazán la gente se descubría Pues todo el mundo creía que llegó al Gran Capitán El alma de Andalucía le dio dos vueltas al paseo El potro con el braceo, no cabía en la ancha calle Y al compás del manoteo quebraba su lindo talle
Y aquella mujer preciosa de hermosura tan completa Se iba meciendo orgullosa como en la mejor maceta Se mece la mejor rosa
Hablé con ella, fue mía, puse en ella mi alegría Mis afanes y mis penas y hoy, por su gusto daría Más sangre que hay en mis venas
Sé que no me pertenece, que no es de mi condición Pero ya no hay solución, el hombre siempre obedece Cuando manda, cuando manda Cuando manda el corazón